A mis casi cuarenta años de edad me he encontrado en esta tesitura, cuando debería ya estar asentada y tener una vida de lo más estable, resulta que tengo que encontrar un trabajo inexistente para poder sobrevivir, y dicen que estamos saliendo de la crisis... ah sí, quién lo dice tiene muchos ceros a la derecha en su cuenta corriente...
El otro día en Facebook vi esta imagen:
Explícita, ¿verdad?
Pero es la más pura realidad hoy en día en nuestro país, al que antes amábamos y al que ahora miramos con poca esperanza y mucha ansiedad.
Soy escritora de profesión, administrativa de titulación, empleada de oficina con un diploma bien chulo, y con mucha experiencia laboral en variados puestos de trabajo.
Cuando quise trabajar nunca me faltó un lugar en el que poder hacerlo, ahora, a pesar de que supuestamente estamos «saliendo» de la crisis, me veo ahogada y sin salida.
Me da rabia ver como se les llena la boca con datos poco fiables de estabilidad laboral, de contratación y de afiliados a la seguridad social, mientras la mayoría de los de a pie pasamos medio mes con una calculadora para intentar disminuir aún más los gastos y la otra mitad sumidos en la desesperación al ver que ya no podemos apretarnos más el cinturón.
Soy mujer, adulta, seria, responsable y me considero inteligente, al menos ando por la media, sin embargo acceder a un puesto de trabajo es más difícil que intentar escalar el Everest.
Como buena loca de la vida, me emprendí en la carrera de ser autónoma junto con una compañera. Comenzamos sin nada más que ilusión y muchas ideas, nuestra experiencia, aunque en ocasiones ha sido muy gratificante, en la mayoría ha resultado más duro que cruzar el desierto del Sahara con una cantimplora de coca cola.
Durante los primeros años (sí, años), trabajamos más horas que el sol y todo, ¿para qué? Pues os lo diré, para pagar todo lo que te obligan a pagar, y es que el estado no se cansa de exprimir a las pequeñas empresas como si fueran naranjas repletas de dulce y jugoso zumo.
En mi caso, diariamente me metía entre pecho y espalda más de doce horas, siete días a la semana.
Veíamos como poco a poco nos íban conociendo, como sobrevivíamos y eso nos daba fuerzas para seguir.
El tercer año no diré mi sueldo, porque da risa, pero que conste, una empleada del hogar trabajando tres horas diarias cobra más que yo.
¿Ayudas? Ninguna, solo manos que se sujetan en nuestro cuello y lo aprietan hasta que casi nos ponemos moradas y no podemos respirar.
Esta España tuya, esta España nuestra, que deja olvidados a los que necesitan y abraza y protege a aquellos que pueden sobrevivir por sí mismos a costa del resto...
Salir de la crisis... dicen...
Trabajos temporales con contratos diarios, con sueldos de vergüenza, sin derechos laborales, perdiendo todo aquello por lo que lucharon nuestros abuelos y padres, para intentar llevar algo más que un triste plato de sopa a la mesa.
Algo que odio y que no deberían estar permitidas, las ITT, no entiendo como es posible que dejen este tipo de empresas funcionar tan libremente, a costa de la necesidad de muchos se forran unos pocos y luego, cuando has estado años trabajando con contratos de semanas, días o meses, te echan a la calle sin nada, porque no te corresponde nada.
¿Cuando en mi vida imaginé que tendría que recurrir a algo así? ¿Qué mis amigas para seguir adelante debían firmar esos contratos? Jamás, nunca.
Tener el teléfono operativo porque te pueden llamar de hoy para mañana, y mañana te dicen que solo son cuatro horas y luego a tu casa y otra vez pendiente del teléfono para que te manden cuatro días a otro lugar y así días sí, días no.
¿Esto es vida? ¿Se puede tener un futuro así? ¿Nuestros hijos se pueden casar o formar sus familias de esa manera? ¿Se puede pensar en tener bebés de este modo? ¿Podemos simplemente ser felices así?
Durante más de veinte años criamos a nuestros hijos con amor y esfuerzo, trabajamos para darles un mejor futuro, les ofrecemos la posibilidad de sacarse una carrera y luego vemos, con lágrimas en los ojos, como abandonan el país porque aquí, en su casa, en su lugar de nacimiento, solo pueden hundirse y ver como su esfuerzo no sirve para nada.
Y no hablaremos de educación, ¿verdad? No, mejor que no porque entonces me enciendo como una cerilla y siento como la rabia se apodera de todo mi cuerpo.
¿Hablamos de sanidad? No, es mejor que no
¿Justicia? Pufff
Ay esta España tuya esta España nuestra...
Veo con pena y resignación como este país pierde los cuarenta años de democracia y nos encontramos en el mismo punto de partida.
Mucha necesidad en el pueblo llano, mucho exceso en la élite. Roban, saquean, mienten y siguen en sus puestos de trabajo, cobrando sueldos indecentes mientras los demás desfallecemos.
Qué no hay crisis... dicen...
No, claro, para ellos no la hay. En invierno pueden pagar su calefacción, en verano sus viajes. Sus vestidores están a rebosar de ropa, zapatos, abrigos, bolsos... al igual que su despensa de comida, y sus hijos tienen buena educación y un buen y remunerado trabajo después.
¿Crisis? ¿Qué es eso? No, de eso aquí no hay...
Mientras el resto vemos como nuestro poder adquisitivo cada vez es menor, como los números rojos crecen, como perdemos nuestras casas y por ende la vida... no, aquí no hay crisis...
Bien, sigamos mirando en otra dirección, en la puesta de sol, en la lluvia a través de la ventana, en la nieve en nuestros tejados, es mejor así, vivir ajenos e ignorantes. Si no lo sabemos, no sufrimos.
Hasta que seas tú el que no pueda pagar sus facturas. Hasta que seas tú el que no pueda comprar comida. Hasta que seas tú el que pierda su casa. Hasta que seas tú...